Científicos de U. de Concepción estudian remolinos marinos gigantes con planeadores submarinos

Proceso cumple una importante función ecológica en las costas de Bío Bío.
La investigación utiliza aparatos de investigación submarina que sólo posee la Universidad de Concepción y la Universidad Católica del Norte, que ha permitido avanzar en el monitoreo remoto del mar a través de sensores que captan temperatura, clorofila, salinidad y otras variables; informó investigador en charla organizada por Geofísica.

 

Científicos del Instituto Milenio de Oceanografía de la Universidad de Concepción están estudiando grandes remolinos que se forman en el mar, para lo cual usan planeadores submarinos que analizan diversas variables de composición y estado de las aguas. La información la entregó Nadin Ramírez, oceanógrafo del Instituto, en charla organizada por el Departamento de Geofísica de esta casa de estudios.
La idea de la investigación es entender qué son, por qué se forman, cómo crecen, qué función cumplen y cómo desaparecen los remolinos marinos de gran escala (mesoescala), de hasta 100 kilómetros de ancho.
Ya se sabe que estos remolinos transportan nutrientes que existen en la costa hacia zonas de mar profundo que poseen una escasa concentración de elementos necesarios para la vida. “Este proceso tiene un rol ecológico súper importante, por ejemplo, en la distribución de algunas especies de importancia comercial como el Jurel”, explicó Ramírez tras su presentación en el ciclo Geofísica Observacional que se desarrolla en la U. de C.
Pero quizás lo más importante de esta investigación es que está utilizando uno de los dos planeadores adquiridos en 2009 por la universidad, únicos en Chile hasta el año pasado, en que la U. C. del Norte adquirió el tercero. Los planeadores fueron llamados Violeta y Gladis. Uno de ellos se enredó en el fondo marino cuando realizaba una inspección y no puso ser rescatado.
Estos dispositivos poseen sensores de alta resolución para medir temperatura del agua, profundidad, presión, oxígeno, nivel de transparencia/turbiedad del agua, salinidad y fluorescencia, que es el registro de luminosidad de un cuerpo para medir concentración de clorofila; entre otras posibilidades.
Los planeadores son manejados por control remoto para cambiar de dirección, pudiendo evitar obstáculos con un altímetro que funciona con ondas de sonar. Posee además control mediante GPS y compás para ubicar el norte magnético. Par la navegación tiene alas fijas y un timón.
En las mediciones que ha realizado en el mar adyacente a la Región del Bío Bío se efectuó un recorrido perpendicular a la línea costera de 200 kilómetros de distancia. En su viaje puede llegar hasta mil metros de profundidad, en un trayecto que requiere bajar y subir por la columna de agua en forma continua, con una autonomía que puede llegar a 20 días. Se espera que en 2018 se realice un estudio desde la costa de Bío Bío en dirección noroeste hasta la Isla Juan Fernández.
Pero esta no es la única aplicación de los planeadores submarinos, ya que el registro de cambios en el contenido de oxígeno del agua, según la estación del año, puede por ejemplo explicar la mortandad de peces por reducción de oxígeno en sectores cercanos a la costa. También se puede y se hará monitoreo de ballenas en aguas sureñas, a través de la escucha de sus sonidos de comunicación. En otros países se ha utilizado para monitorear derrames de petróleo, eventos de marea roja y los datos que registra ayudan a mejorar modelos de predicción climáticos para análisis de huracanes, entre otra amplia gama de aplicaciones. Uno de los científicos que ya ha usado estos aparatos para investigar es el oceanógrafo Oscar Pizarro, integrante de Geofísica de la UdeC.
El equipo cuesta unos 82 millones de pesos, a los que se debe sumar el costo de los sensores dependiendo de lo que se desee medir. Existen algunos que valen lo mismo que el propio planeador.

Nadin Ramírez